La Hora del Movimiento
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Trepar, balancearse, retar el espacio,
experiencias sensoriales que van a madurar el sistema nervioso central.
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Hamacarse, trepar, amasar plastilina o jugar con
arena, son experiencias cotidianas que reciben los niños y que llegan a su
cerebro a través de sus sentidos sensoriales. El eficiente uso de esta
información sensorial es lo que permite al ser humano relacionarse de manera
armónica y organizada con el medio ambiente.
Sin embargo, no todos
los niños analizan o interpretan estas experiencias de manera adecuada
creándoles diversos problemas de aprendizaje, comportamiento, desarrollo y
descoordinación motriz, tales como la hiperactividad, la mala inserción
escolar, disfunciones relacionadas con el autismo o dificultades en la
alimentación.
En 1970, la psicóloga y
terapeuta ocupacional norteamericana, Jane Ayres, elaboró un nuevo enfoque para
el tratamiento de las disfunciones de integración sensorial y creó una
evaluación sistemática para medir las funciones perceptivo-motrices. Esta
terapia se brinda en el Policlínico del Instituto Peruano Japonés en Jesús
María y allí conversamos con Mercedes Mejía, terapeuta ocupacional.
–¿Qué es la Integración Sensorial ?
Es la forma en que
organizamos la información que nos llega a través de los cinco sentidos que
todos conocemos, pero además de otros dos que son el propioceptivo, y el
vestibular que van a tener un rol trascendental en nuestro desempeño en la vida
diaria.
–¿Y estos sentidos dónde
están?
Son los sentidos
ocultos. El propioceptivo está en cada uno de los músculos, huesos,
articulaciones y ligamentos de nuestro cuerpo. Es el que nos da la información
de cómo estamos sentados o cómo levantamos el brazo. Nos dice cómo está cada
una de las partes de nuestro cuerpo y nos informa de la calibración de nuestros
movimientos. Si apretamos fuerte o no un lápiz. El vestibular, está en el oído
interno y tiene conexiones con el sistema nervioso central. Nos relaciona con
la gravedad y el movimiento. Nos dice si estamos de cabeza o boca arriba. Tiene
mucho que ver cuando el niño se da un volantín, se balancea en un columpio o
cuando copia en su cuaderno lo que está escrito en la pizarra.
Mientras Crecer Sano
conversa con Mercedes Mejía, los niños juegan alrededor y se divierten de lo
lindo. No son más de tres, el tratamiento es individual, en un ambiente
especial en el que el terapeuta observa cuidadosamente sus movimientos y los va
guiando. En algún momento buscan saltar, balancearse o trepar y el terapeuta
está allí ayudánlos en su búsqueda de manera organizada, creándoles retos, y
nuevas experiencias sensoriales.
–Parecería un problema
de la urbe, de los niños sobreprotegidos, de las casas pequeñas donde no hay
patio de juegos.
Probablemente. Antes
teníamos muchas oportunidades de jugar al aire libre, ir a los parques a jugar
en los columpios y a las chapadas. De manera natural se recibía mucha
información sensorial que hoy los niños la reciben de forma artificial. Las
rutinas de hoy, el cambio de alimentación, generan obesidad, niños que no se
mueven y crecen sin experiencias sensoriales que años atrás se daban de forma
natural.
–¿Cómo se manifiesta
esta disfunción sensorial?
Los niños llegan a la
terapia porque algo en su vida diaria no está funcionando. Generalmente en la
etapa preescolar. Problemas con la escritura, falta de atención, se molestan
mucho por ruidos o sobreaccionan porque otros niños los tocan o simplemente
porque no toleran el roce de la etiqueta de la ropa. Son niños que hacen muchas
pataletas.
–¿Es fácil de
diagnosticar?
El diagnóstico lo hace
un terapeuta ocupacional formado en la teoría de la integración sensorial. Se
necesitan pruebas, observación clínica, conocimiento de la teoría, reportes de
los padres y de los maestros. No todos los niños hiperactivos o con problemas
de conducta tienen un problema de base sensorial, pero hay estudios que señalan
que más del 60% de niños con problemas de aprendizaje tienen una base
sensorial.
–¿En que consiste el
tratamiento?
Sólo utilizamos
actividades dirigidas como objetivos y en este caso la actividad es el juego.
El niño va a ser el conductor, él nos muestra qué es lo que está necesitando,
puede ser información vestibular o propioceptiva y el terapeuta lo guía en
forma organizada. Todas las experiencias que les damos van a mejorar y dar
mayor madurez a su sistema nervioso central.
Fuente:
Revista Caretas: